Propósito

¡Estudiante de Ciencias Humanas! Tú que reflexionas en privado sobre los problemas maravillosos que encontraste planteados en algún libro, conferencia o cualquier texto comunicativo; tú, que desearías continuar con alguien la discusión no terminada en la que participaste en tu salón de clase; tú, que sientes atracción (¡casi obsesiva!) por problemas concernientes a la sociedad en la que vives y cómo funciona, sea para comprenderla o para encontrar alternativas viables de introducir en ella un cambio relevante y positivo... sí, tú, ¡ven y entra en nuestros debates!

Si estás vinculado a alguna ciencia social o humana, te invitamos a que nos envíes por este blog sus trabajos de grado, reseñas y ensayos que sobre cualquier libro o tema (respectivamente) hayas hecho para incentivar enriquecedoras deliberaciones que contribuyan a incrementar el intercambio de ideas entre científicos sociales en formación.

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viernes, 22 de febrero de 2013

Eric Hobsbawm: The Invention of Tradition


Hobsbawm, Eric y Ranger, Terrence The Invention of Tradition. Cambridge: Cambridge University Press, 2000


El pasado 1 de octubre murió Eric Hobsbawm.  
Como reconocido historiador, de la escuela marxista británica Hobsbawm marco un hito en la forma de narrar el acontecer histórico. Consagrado como el historiador del siglo XX también logro aportes a la disciplina histórica desde otras perspectivas, The Invention of Tradition es uno de esos aportes.
En el libro, Hobsbawm y su colega Terren Ranger se proponen dar cuenta de un fenómeno cultural que inunda las sociedades actuales en general, partiendo del caso ingles, en específico. Este fenómeno es la tradición inventada. Este adjetivo es el determinativo fundamental del término que pasara a la posteridad; inventada por qué se constituye como una construcción premeditada de una representación en función de objetivos específicos. Desde esta proposición se articula el libro, anunciando que la mayoría de las tradiciones que se asumen son antiguas y se remontan a tiempos ancestrales en realidad son el producto de una re-identificación con el pasado, que busca legitimar cierto fenómeno a partir de prácticas que enmarcan una conciencia histórica determinada por una ideología. Es entendido por el autor que este fenómeno de invención se da generalmente a lo largo del siglo XIX como producto de los profundos cambios basados en el liberalismo y capitalismo que le dan vuelta al mundo.
Aunque el fenómeno se considera internacional el libro solo abarca aspectos relacionados con Gran Bretaña. A partir de una introducción que da cuentas de la reflexión del fenómeno enmarcado en tres casos de tradición inventada: 1. Las representaciones de grupos 2. La legitimación de instituciones, estatus o autoridad  3. La inculcación de creencias, valores o convenciones de comportamiento; se da paso a seis diferentes fenómenos, siendo diferentes casos a su vez que configuran a partir del estudio de caso la base que respalda la configuración teórica.
El primer caso es el de Hugh Trevor Roper, profesor ingles de la edad moderna en Gran Bretaña que escribe “The Higland tradition of Scotland”. En este capítulo el autor busca dar cuenta de una tradición que aparentemente se ve antigua: el uso del kilt (o falda) por parte de los escoceses.  En este sentido esta tradición se inserta en el imaginario británico a partir de la unión de los territorios bajo una sola carona. Como protesta a la transformación cultural que ha tenido el territorio un grupo de intelectuales busca retomar la cultura higlander de Escocia. Desde una adaptación del antiguo traje usado por los campesinos a los elaborados tejidos de diferentes colores que representan clanes, en el texto se hace un recorrido a la reconstrucción cultural del fenómeno de la moda.
Esta construcción se puede localizar en la primera categoría de Hobsbaum, la que construye identidades grupales. A lo largo del texto se aclara que la decadencia del traje de campesinos, en el siglo XVIII que fue siendo remplazado por el vestido común ingles dio paso a la apropiación del kilt, pero esta vez por parte de las elites escocesas. La tradición se tomo de “abajo” y se constituyo “arriba” mostrando que esta tradición se tomo de la cultura popular y adapto a la cultura de elite. Es de resaltar que en este capítulo se  visibiliza la creación de una tradición simple,  de la moda y se ve cómo puede articularse en un contexto político representando una protesta basada en un símbolo que hoy en día pierde todo su contexto en despliegues culturales de la elite británica o en los pantalones de individuos pertenecientes a movimientos culturales urbanos como el punk.
El segundo trabajo es el de Prys Morgan un historiador de Gales. Se titula “The Hunt for the welsh past in the romantic period” y expone como se construye un pasado mítico a partir de la invención parcial de fuentes literarias e históricos. Al igual que el capitulo anterior este busca dar cuenta de una identificación cultural construida a partir de una elite en pos de la identificación de un grupo que se ve afectado por su integración a la corona inglesa.
Así, entonces desde las tradiciones bardas de cómo a partir de la música se construyen relatos de personajes históricos hasta la acción de inventar manuscritos que buscan reivindicar una identidad galesa se aprecia la construcción de un imaginario identitario. Desde este punto empieza a desarrollarse a partir del siglo XVIII y XIX una constelación mitológica sobre un pasado heroico y mágico en donde personajes como el Rey Arturo u Owain Glyndwr (shakespereano) se insertan en el discurso histórico oficial de Gales. Gracias a la dispersión intelectual y de fuentes, falsas u originales, se puede articular toda una gama de relatos que se catapultan a la escena oficialista y definen en la cultura contemporánea galesa como son los druidas u Stonehenge. En una nota a parte es curioso darse cuenta que en bases de datos enciclopédicas que defiende hoy la construcción de la memoria y el relato histórico, como lo es wikipedía, podemos encontrar una continuidad del relato creado por los intelectuales galeses[1], vemos entonces que se forma exitosa se logro configurar el discurso oficial histórico.
El tercer capítulo es  de David Cannadine un historiador ingles que se especializa en la monarquía británica. El trabajo se titula “The British Monarchy 1820-1977” y explora como se construye la ritualización y el performance[2] de los reyes británicos. En este texto se profundiza en la noción del rito como representación simbólica  y se manifiesta como una puesta en escena del poder de la corona, amenazado por el parlamento en Gran Bretaña. Estos a su vez cambian dependiendo del contexto en el que se desarrollan y su eficacia se desarrolla respecto al monarca en cabeza. Así en las representaciones de George IV, William IV y Victoria  se presenta una decadencia de las celebraciones públicas y en cambio desde Edward VII hasta Elizabeth II se ve un crecimiento en popularidad de la monarquía al mismo tiempo que esta se aleja de las cuestiones políticas.
Con el uso de los medios de comunicación y desde la Primera Guerra Mundial empieza a crearse una popularidad que gira en torno a la monarquía. Los matrimonios, funerales, bodas de plata, oro y diamante empezaron a adquirir un carácter público popular a partir del distanciamiento por parte de la realeza de la escena política.  En este punto el autor logra denominar factores como la BBC y las porcelanas conmemorativas (entre otras formas populares de recordar o definir a modo productivo el rito) que re-definen la opinión pública y la construcción popular de los eventos monárquicos. Este capítulo es un ejemplo claro de la segunda forma de tradición inventada: la que legitima una institución, estatus u autoridad, en este caso la monarquía. A la mente viene el ultimo gran evento real de la monarquía inglesa: el matrimonio del príncipe William con Kate, con enorme despliegue de pomposidad y exagerada propaganda, las continuidades se manifiestan pues a partir de este evento se reconstruyen la tradición ya establecida de la ritualización ceremonial de la monarquía inglesa que fue observada no solo por el pueblo británico sino que también por todo el mundo.
El cuarto capítulo es del antropólogo estadounidense Bernard Cohn, titulado “Representing Authority in Victorian India”. Este se centra en la construcción de una autoridad inglesa en la colonia india, joya de la corona imperial. El texto busca explicar cómo a pesar de la reducida cantidad de británicos en el territorio indio en comparación con los nativos se logro constituir un orden jerárquico que lograra subordinar al pueblo indio al imperio.
La absorción de India empieza con una destitución de la monarquía local y continua a través de la incrustación de la cultura occidental en la elite regional. Así, a partir del reconocimiento de títulos y terrenos a los príncipes indios se logra articular una red de lealtades que mantienen firme la presencia de la corona aun cuando solo existe la figura del virrey en el territorio. Es de notar que la estrategia manejada por el imperio se manifiesta concretamente en la Asamblea Imperial llevada a cabo en Delhi en 1877 donde se reúnen todos los príncipes del territorio para jurar lealtad a Victoria. Esta estrategia sella el acuerdo colonial y marca el destino indio que solo hasta finales de la segunda mitad del siglo XX podrán retomar una identidad cultural y política independiente con la ayuda del movimiento de Gandhi.
El quinto capítulo es el del co-editor del libro Terrence Ranger quien es historiador de Africa. Su texto se llama “The Invention of Tradition in Colonial Africa” y en el busca dar cuentas de cómo el pensamiento ingles colonizador de-construye las relaciones autónomas africanas y las transforma a favor de unos intereses particulares. Entra a jugar, con papel protagónico, aquí los discursos raciales que fundamentan todas las relaciones que se creen entre los colonizadores y los colonizados. En este texto podemos apreciar nuevamente la construcción de tradiciones que legitiman un orden a través del uso de regímenes de verdad que sustentan el abuso de poder de forma racional.
En el texto se observa como al sur de África, a través de los discursos racistas positivistas se construye un discurso que argumenta la sumisión de los negros con los blancos hasta que logre un grado de civilización que permita su auto-determinación. A su vez estos discursos respaldan la investigación antropológica, hecha por blancos sobre los nativos africanos. Esta investigación antropológica tiene la función de re-organizar el orden africano para acoplarlo a los intereses blancos y aquí yace la tesis principal y más impactante del texto: Las organizaciones tribales que hoy sobreviven en el sur de África, por Zimbawe y Botswana, son organizaciones creadas por los antropólogos y otras autoridades blancas. A través de discursos transversales como las luchas entre etnias o los conflictos joven-viejo hombre-mujer es posible articular unas lógicas de dominación que anulan la organización propia de los individuos y terminan doblegándose a las disposiciones colonizadoras.
Finalmente, el último texto es el de Hobsbawm titulado “Mass-Producing Traditions”. Este texto es, lo podríamos llamar central en el libro pues es el mismo autor quien acuña el temrino “tradición inventada” y lo desarrolla a forma de ejemplo de mejor manera en el capitulo.  El autor hace una clara diferencia dentro del fenómeno de tradiciones de masas: existen las tradiciones inventadas políticas y las sociales. Las primeras son construidas a partir de una sociedad que busca legitimarse y la segunda se construye dentro de grupos contenidos en la sociedad (existe una ambigüedad en realidad entre la diferencia de los tipos pues aunque se sume que las tradiciones políticas proviene de arriba existen también grupos incluidos en culturas elitistas que crean su propia tradición para legitimar su estatus).
Así en el texto Hobsbawm nos presenta diferentes mecanismos que permiten articular unas tradiciones políticas. Entre ellos se encuentra la educación, como base constructora de pensamiento (el papel de la nación y el nacionalismo es uno de los factores que más influyen en este tipo de tradiciones inventadas y Hobsbawm nos habla del uso desmesurado de estas medidas en la legitimación de republicas nacientes), también vemos las ceremonias publicas y los monumentos. A esto se le agrega el deporte (en especial el football y las olimpiadas) y los movimientos de izquierda (como el 1 de mayo) que construyen tradiciones a favor de una legitimación.  Es importante tener en cuenta el carácter a-político de la construcción de tradiciones: sirven para legitimar todo régimen (siendo el carácter de este tipo de tradiciones el segundo enunciado al principio) sin importar su orientación, la finalidad es dominar y subordinar. A nota personal es imposible no hacer comparaciones con el caso colombiano, el himno nacional a las 6:00 am y pm o los equipos de football tradicionales juegan con la dinámica expuesta en el capitulo para construir tradiciones que refuercen la imagen de la nación (que buscaba una legitimación desde el siglo XIX)
Cabe resaltar que a lo largo del libro existe un factor que no es nombrado directamente por los autores y sin embargo es fundamental para el ejercicio de la invención: es el poder. Acercándonos ahora a Foucualt[3] vislumbramos que el ejercicio del poder permite construir las tradiciones inventadas a favor de intereses. Para crear identidades o legitimar un orden establecido se debe partir de la ejecución del poder que puedan ejercer los individuos involucrados en el proceso para que sea eficaz la construcción de tradición o esta podría caer en el olvido. Estos individuos ostentan poder ya sea intelectual, científico, militar o político que permite que su construcción altere la cultura a la cual pertenecen de forma asertiva. Por ello aunque no se le mencione, juega un papel fundamental.
El aspecto más criticable del libro[4] es la ambigüedad que se deja ver en relación al término tradición inventada y su “originalidad” pues no se distingue entre la adaptabilidad de las tradicionales genuinas (que a su vez han sido inventadas en algún momento y solo se diferencian de forma superficial en la temporalidad) con las transformaciones que puede sufrir una tradición inventada. Además, la investigación de una tradición inventada se ve nublada por las numerosas dificultades que se dan en un estudio simbólico y estos aunque son denunciados por  Hobsbawm en la introducción no son profundizados.
Sin embargo el texto es muy valioso en los estudios culturales y nacionalistas. Aplicados al contexto latinoamericano se puede encontrar una herramienta poderosa en la investigación sobre el nacimiento de las republicas a principios del siglo XIX (estudios que están hoy en día en boga por la coyuntura bicentenarista que se vive) y sus formas de legitimarse posteriormente incluso durante el siglo XX.
Es fundamental rescatar a Hobsbawn del simple cajón en el que se le puede encerrar dentro del círculo marxista. Su aporte con el termino tradición inventada permite un acercamiento al desarrollo cultural de las sociedades que puede explicar muchos de los fenómenos que hoy en día se viven no solo en Europa sino alrededor de todo el mundo. El texto debe re-inculcarse en el debate cultural para poder entender las relaciones de poder que manejan sentimientos populares que logran reproducir lógicas de subordinación, nacionalismo, sectarismo, entre otros.


Felipe Caro
 Estudiante de Historia
Universidad Nacional de Colombia 




[1] Vease http://en.wikipedia.org/wiki/Wales
[2] Preformaciones en el sentido de representación de sistema simbólico establecido a través de un discurso hegemónico. Verse: Butler, Judith, Excitable speech, a politics of the performative Routledge: New York, 1997.
 [3] Foucault, Michel. Las Palabras y las Cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. México D.F.: Silgo XXI, 1989.
[4] Peter Burke entre otros historiadores lo ha resaltado- Véase Burke, Peter. “Review The Invention of Tradition” en The English Historical Review Vol. 101, No. 398 (Jan., 1986), pp. 316-317 de J-STOR

jueves, 14 de febrero de 2013

Germán Colmenares: Las convenciones contra la cultura: ensayo sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX

Germán Colmenares: Las convenciones contra la cultura: ensayo sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX. Universidad del Valle/TM Editores, 1989. 202 páginas.

En el 2001 la Academia Colombiana de Historia publicó el trabajo, de uno de sus ilustres hijos, Roberto Velandia, titulado Un siglo de historiografía colombiana: cien años de la Academia. Allí el que fuera Secretario de la Academia Colombiana de Historia por espacio de veinte años, escribió: "Desde luego tampoco vamos a desconocer a otros historiadores, independientes, militantes de otras doctrinas, enfilados en campamento aparte, que le han dado a la historia colombiana una interpretación materialista (…) quienes han querido despojarla de lo más bello que tiene nuestra historia: idealismo, heroísmo, sentimiento de patria y nacionalidad. De ellos son representativos Jaime Jaramillo Uribe, Germán Colmenares, Jorge Orlando Melo, Álvaro Tirado Mejía, Rafael Gutiérrez Girardot y Hermes Tovar"[1], por lo visto y como dijo el profesor Kalmanovitz, cuando reseñaba el  libro Convenciones contra la cultura de Colmenares, "la historia patria vive todavía pero respira cada vez con mayor dificultad"[2]. Esto reafirma que no solo los historiadores decimonónicos, sino también los del siglo XXI, pasando por varios del siglo XX dentro y fuera de las academias de historia colombiana,  han concentrado todos sus esfuerzos en la reconstrucción y narrativa de las historias patrias que validaran la independencia colombiana y contribuyeran a crear una identidad nacional en torno los héroes y mitos fundacionales de la nueva nación[3].
Lo anterior sólo es un ejemplo que demuestra la vigencia de la obra de Germán Colmenares, Las convenciones contra la cultura: ensayo sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX. Dedicado a Jaime Jaramillo Uribe su maestro de siempre, esta obra, escrita entre 1985 y 1986 cuando viajó como profesor invitado a la Universidad de Cambridge,  es la cúspide de su trayectoria intelectual, la cual se troncaría severamente con su muerte en 1990.
Como bien los señala Margarita Garrido, la reflexión sobre la historiografía, sobre sus fuentes y métodos, sus teorías y su escritura "fue un campo recurrente y excepcional en el que la práctica de Germán fue también prolifera"[4], en ese sentido, sus reflexiones teórico metodológicas alcanzaron varios frutos, uno de ellos es la crítica de la historiografía hispanoamericana decimonónica  que se plasma en Convenciones contra la cultura, pero que tuvo su primer momento en la critica a la Obra de José Manuel Restrepo en su trabajo La Historia de la Revolución por José Manuel Restrepo: Una prisión historiográfica. Allí Colmenares enunciaba cómo la obra de Restrepo no se limitaría a una simple descripción, por el contrario, en su Historia de la Revolución de la Republica de Colombia dejaría fijados los mitos fundacionales de la nación, que se irían a reproducir, en una prisión historiográfica, por la mayoría de los historiadores que lo procedieron.
Como se ha visto, el libro que vamos a reseñar, Las convenciones contra la cultura: ensayo sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX, es la última producción de del maestro Colmenares. El trabajo es el resultado de una investigación historiográfica, donde él hace un cuidadoso análisis de la historiografía latinoamericana del siglo XIX, para lo cual hace un juicioso estudio de las obras de autores representativos, tales como Rafael María Baralt, Bartolomé Mitre, Benjamín Vicuña Macke-nna, Diego Barros Arana, José Manuel Restrepo, Domingo F. Sarmiento, Andrés Bello, Miguel Luis Amunátegui, José Victorino Lastarria, Vicente Fidel López, Federico González Suárez y otros. El libro está dividido en prologo, introducción, cuatro capítulos y conclusiones. En la introducción se hace la pregunta ¿Qué hacer con las historias patrias?, y toca el tema de las teorías y la historiografía, en el capítulo I analiza las convenciones contra la cultura, en el capítulo II la temporalidad del siglo XX, en el capítulo III la invención del héroe y en el capítulo IV la escritura de la historia.
Con la premisa de que "el quehacer de los historiadores hace parte de la actualidad intelectual de su propio momento"[5], Germán Colmenares se propone superar criticas anacrónicas de historiadores norteamericanos a la historiografía hispanoamericana del siglo XIX, como aquellas derivadas del concepto de "historias patrias" acuñado por el profesor Woodrow Borah.  Para Colmenares, criticas como que "los historiadores no veían otra cosa en la historia americana que una prolongación de la europea", que sus "esquemas interpretativos, enteramente prestados, habrían dependido de una absorción apresurada y superficial de las novedades doctrinales europeas", o que "todas las novedades europeas debían restar originalidad al quehacer de los historiadores hispanoamericanos", constituyen más bien una mirada al pasado historiográfico de acuerdo con patrones contemporáneos.
A cambio de lo anterior, Colmenares propone nuevas preguntas: la naturaleza del discurso histórico del siglo XIX; lo que éstas historias  representaba y las funciones que cumplía; y  "por las condiciones intelectuales específicas en que se produjo" la historiografía del siglo XIX. Tales condiciones, según el mismo profesor,  se refieren a: "primero, la elección de la Independencia como tema central; segundo, los conflictos culturales con los que debía tropezar toda elaboración historiográfica dadas las premisas impuestas por un proceso de revolución política y, tercero, la disimulación de los conflictos por las convenciones historiográficas adoptadas".
Podemos mencionar que la tesis central de Colmenares es que en los trabajos históricos del siglo XIX se tomaron ciertos modelos interpretativos, ciertos esquemas explicativos de la historia que fueron usados por la historiografía europea de la primera mitad del siglo XIX, y que estos fueron imitados sin mucha o sin ninguna actitud crítica por la mayoría de los historiadores latinoamericanos de la primera mitad del siglo pasado, y con una buena dosis de interés en ocultar la realidad de los hechos en la sociedad latinoamericana posterior a la independencia. Esto implicaba dos argumentos centrales: primero, que las historias latinoamericanas del siglo XIX, antes que cultura, constituyen convenciones en su contra;  y segundo, que sus autores se limitaron a adoptar de forma acrítica modelos exóticos de interpretación.
Dentro de  las convenciones que critica Colmenares y que son utilizadas de manera a crítica se encuentra las prácticas de explicar la historia por la intervención de una gran personalidad, del héroe nacional epónimo, como lo proponía el historiador ingles Thomas A Carlyle o el norteamericano William Prescot. De igual forma podemos mencionar como ejemplo de convenciones el haber ignorado, no tanto por motivos lógicos como por motivos políticos e intereses de clase social, la continuidad de la historia. Bien lo señala el autor al decir que "la obstinada fijación en la doctrina del progreso subordinaba toda interpretación del pasado a las expectativas sobre futuro. El pasado era tan solo, en el mejor de los casos, un espectáculo lamentable de envilecimiento, oscurantismo y opresión y, en el poder, una influencia todavía activa que debía extirparse"[6].
En todo caso Colmenares puntualiza que "El fondo del debate no debe verse sólo como el resultado de diferencias ideológicas que contraponían tradiciones liberales con raíces urbanas, y que adoptaban modelos de pensamiento provenientes de Inglaterra, Francia y Estados Unidos, a tendencias conservadoras de tipo rural, hispanizantes, confesionales y autoritarias. Las valoraciones negativas del pasado provenían en gran parte de la incapacidad de reproducirlo de algún modo. Los contenidos culturales de ese pasado, fueran hispánicos e indígenas, escapaban a las formas de representación importadas de Europa"[7].
Ignorar los problemas reales de tipo social y político que aparecerían después de la independencia, es otro ejemplo de las convenciones. "La idea de fustigar la propia sociedad para que se inclinara frente a valores a veces un poco exóticos pero que se percibían vagamente como superiores hacía parte, durante el siglo XIX, de un profundo complejo criollo"[8]
Como ya se ha mencionado, en este trabajo Germán Colmenares pone a prueba la síntesis lograda por él a partir de sus reflexiones en torno al oficio del historiador. Convencido de la interdisciplinariedad de la historia con otras ciencias, Margarita Garrido nos comenta como para él "la escritura de la ciencia de la historia entonces se regirá por una coherencia analítica y una intención de intelección que debería balancear la narrativa"[9]. De allí se desprende que  otra de las convenciones que critica Colmenares sea la que pretende atar el lenguaje historiográfico arquetipos literarios ajenos a la realidad que en vez de representar, termina tergiversándola. Su crítica no pudo ser más clara: ". La inserción de los historiadores surhispanoamericanos del siglo XIX, primero dentro de la tradición literaria ilustrada y más adelante dentro de la del romanticismo liberal, les contagiaba este sentido de extrañamiento de la propia realidad"[10].
Pero este tema del lenguaje es más complejo, para Colmenares "El problema de la tradición histórica en Hispanoamérica con respecto a las producciones del siglo XIX no radica entonces en si nos referimos a la misma realidad, sino más bien en si hablamos el mismo lenguaje"[11], dado que las imágenes no estaban destinadas a definir una realidad sino a prefigurarla con el agravante de que "muchas imágenes procedían de un fondo común de convenciones historiográficas europeas; en otras palabras, eran prestadas… El problema central de la historiografía hispanoamericana del siglo XIX resultaba ser así un problema de cómo figurar la realidad americana. El lenguaje histórico del siglo XIX dependía casi enteramente de su capacidad mimética y de ciertas convenciones dramáticas…las dificultades de la figuración americana nacían de la ausencia de modelos adecuados de discurso y de pobreza de otras formas de representación, literarias o picoticas."[12]
Esta prefiguración de la realidad está íntimamente relacionada con la visión de historia que tenía quien la ejercía. "Los historiadores hispanoamericanos del siglo XIX buscaron construir una imagen del pasado reciente para fijar con ella los rasgos de una identidad colectiva. Tal imagen aparecía muchas veces como la proyección de cierta preocupaciones, o era de alguna manera afín con problemas contemporáneos que incitaban a la búsqueda."[13] En otras palabras, para los historiadores del siglo XIX la historia no sólo era un asunto del pasado, sino del futuro que estaban interesados en construir, de allí que las historias patrias tenían un uso político. No es de extrañar, entonces, que "La elección de la Independencia como momento axial debía afectar las vidas de las generaciones por venir, ubicándolas en una sucesión temporal que había sido marcada por un nuevo comienzo"[14].
Pero Colmenares va mas allá de la simple critica a la Historia Patria, como si estas fueran el producto deleznable de una práctica profesional descuidada e irresponsable, para él, esta historias se presentan como una forma de representación de la realidad creando una conciencia histórica que actuaba en el universo de la política y de las relaciones sociales, y es importante entender esto en su contexto, para lo cual su obra es de gran valor. Otra cosa es que esas imágenes sigan actuando de una manera distorsionada en el presente y estén moldeando de alguna manera el futuro, de allí que se atreva a decir, con certeza, que "el presente en Hispanoamérica no es prisionero del pasado sino más bien de las imágenes construidas de ese pasado"[15].
Estando de acuerdo con el maestro Jaime Jaramillo cuando dice, al referirse a la obra de  Colmenares, que "la abundancia de temas y la complejidad de ellos y las agudas y eruditas consideraciones"[16]  amerita el encuentro de los historiadores, para reflexionar en torno a "cómo se ha escrito nuestra historia", nuestra mirada no puede ser acrítica, contrariando las mismas enseñanza de Colmenares.
Decir, como lo hace Sergio Andrés Mejía Macía[17], que las convenciones contra la cultura que asumieron los historiadores del siglo XIX y que son el centro de la crítica en  Colmenares son "sencillamente cultura", o pretender quitarle el significante a esas historias cuando se les denominan Historias Patrias, por el simple significante de "historias del siglo XIX", es no haber comprendido la riqueza del debate propuesto por Colmenares, pero más grave aún, es dar pie para seguir en esa prisión historiográfica que nos sujeta el uso de convenciones contra la cultura. Querer superar ese estado de formación de la historiografía del siglo XIX, a partir de su crítica, no niega que reconozcamos, como lo exige Mejía, que las historias del siglo XIX "constituyeron la columna vertebral de la cultura escrita en todos los países de la región durante más de un siglo"[18]
Contrario a lo expuesto por Mejía, el espíritu de la obra de Germán Colmenares, y con el cual creo que deberíamos quedarnos si vamos a tomar esas historias y sus mentores como fuentes para los estudios historiográficos del siglo XIX, lo recoge el profesor Francisco A. Ortega al decir: "El objetivo, por lo tanto, será entender mejor las motivaciones e intenciones de los participantes –en este caso los historiadores- así como las consecuencias de sus acciones, lo cual sólo se hace posible a partir de una atención especial al lenguaje del periodo, sus usos particulares, contenidos semánticos y simbólicos y contextos comunicativos, los verdaderos fundamentos de lo político"[19].


Rodolfo Hernández
Estudiante Historia
Universidad Nacional de Colombia


[1] Citado en: Sergio Andrés Mejía Macía, "¿Qué hacer con las historias latinoamericanas del siglo XIX?.", Anuario Colombiano de la historia social y de la cultura: Nº 34 (2007): 435
[2] Salomón Kalmanovitz, "El fin de la historia patria. Reseña Convenciones contra la cultura", Magazín Dominical: Nº 285(1988):20
[3] Catalina Reyes Cárdenas. Balance y perspectivas de la historiografía sobre Independencia en Colombia
[4] Margarita Garrido, "Germán Colmenares: Sobre investigación y escritura", en Germán Colmenares: Ensayos sobre su obra, eds. Universidad del Valle (Bogotá: TM Editores, 1999), 41-55.
[5] Germán Colmenares, Las convenciones contra la cultura: ensayo sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX (Valle: TM Editores, 1989), 11.
[6] Germán Colmenares. 18
[7] Germán Colmenares. 70
[8] Germán Colmenares. 78
[9] Margarita Garrido, "Germán Colmenares: Sobre investigación y escritura", en Germán Colmenares: Ensayos sobre su obra, eds. Universidad del Valle (Bogotá: TM Editores, 1999), 41-55.
[10] Germán Colmenares. 92
[11] Germán Colmenares. 200
[12] Germán Colmenares. 201
[13] Germán Colmenares. 199
[14] Germán Colmenares. 99
[15] Germán Colmenares. 23
[16] Jaime Jaramillo, "La contribución de Germán Colmenares a la historia intelectual y a la metodoligia de la historia", en Germán Colmenares: Ensayos sobre su obra, eds. Universidad del Valle (Bogotá: TM Editores, 1999), 9-21.
[17] Sergio Andrés Mejía Macía, "¿Qué hacer con las historias latinoamericanas del siglo XIX?.", Anuario Colombiano de la historia social y de la cultura: Nº 34 (2007): 438
[18] Sergio Andrés Mejía, 438
[19] Francisco A. Ortega, "Acontecimiento y eventualización: debates historiográficos" en Historia Cultural
desde Colombia. Editores Max Sebastian Hering and Amada Carolina Pérez,  (Bogotá: Universidad Javeriana-Universidad Nacional de Colombia, 2012), 447-480.

Eduardo Sáenz Rovner. La Ofensiva Empresarial. Industriales, políticos y violencia en los años 40 en Colombia



Pedro Conrado Salas – cód. 460942
Eduardo Sáenz Rovner. La Ofensiva Empresarial. Industriales, políticos y violencia en los años 40 en Colombia. 2ª edición. Bogotá: Grupo de Investigación Conflicto Social y Violencia – CES – Facultad de Ciencias Humanas – Universidad Nacional de Colombia – Grupo TM S.A., 2007.
Eduardo Sáenz Rovner ha dedicado este volumen al estudio del ascenso de un sector de la economía colombiana en la década de 1940, el de los grandes industriales nacionales y su mayor herramienta de cohesión interna, la ANDI, examinando, con mucho trabajo de archivo, de qué manera sus planes para hacer regir sus intereses en el estado pesaron (más no determinaron directamente) en las vesanias acciones conflictivas bipartidistas que estallaron a fines de los cuarentas y en los primeros años de los cincuentas (con el gobierno de Gómez); enmarcándolos dentro del contexto internacional de la Posguerra y la Guerra Fría.
Sáenz Rovner es un historiador y economista que ha hecho copiosos estudios en varias universidades extranjeras[1] y que ha convertido a la historia empresarial en uno de sus enfoques investigativos, junto a la del narcotráfico en el continente Americano. Ha sacado varias publicaciones al respecto, entre las que están Perfiles de empresas y empresarios en Colombia, 1946-1950 (1991); Colombia años 50. Industriales, política y diplomacia (2002); y La conexión cubana. Narcotráfico, contrabando y juego en Cuba entre los años veinte y comienzos de la Revolución (2005).
Habiendo podido acceder a los archivos de la ANDI, en Medellín, a los de la Fenalco (Federación Nacional de Comerciantes), a los de la Presidencia de la República, los del Ministerio de Relaciones Exteriores, en Bogotá, y a los de los National Archives, en Washington, el autor tuvo la capacidad de presentar un conjunto argumentativo bastante sólido y abundante en citas bibliográficas, en la que, además, rebosan las referencias omnipresentes alusivas a la prensa de la época, como El Tiempo, El espectador, El Colombiano, El siglo, entre otros, que circulaban fluidamente en dichos años. Con esto Sáenz pudo adecuar una consistente estructura en el tratamiento de su materia, a la que ordena temáticamente.
Así, el autor introduce el texto señalando que para los años cuarenta los industriales eran un grupo fuerte y amalgamado, con intereses opuestos a los de los cafeteros –los primeros querían aranceles muy elevados para favorecer la distribución de su producción en un mercado cautivo, mientras los segundos querían exactamente lo contrario, al ser exportadores (como de café) e importadores de numerosos artículos extranjeros– y, hasta el momento, no del todo amparados por los gobiernos de la hegemonía liberal[2]. A continuación procede a explicar cómo fue que tales grandes burgueses llegaron a ser tan vigorosos, enseñando que el surgimiento de la ANDI, en 1944, respondió a los nexos que empresarios de varias partes del país (Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Manizales) crearon para endurecer su hegemonía oligopólica de los mercados nacionales, especialmente en textiles y tabaco, y que contribuyó a hacer de ellos una alianza formidable. Tal impetuosidad se vería reflejada en las enormes inversiones en campañas publicitarias[3] para diseminar en la población sus ideales de libre empresa, de impulso a la industria nacional como sector económico representativo de todo el país (lo cual era obviamente falso, recuérdese a los comerciantes mencionados arriba) y de la necesidad de un mercado interno pujante, liderado por estas pequeñas élites; valiéndose asimismo de lobbysts, contratados por la asociación para que presionaran en el congreso el fallo por aranceles convenientes a ellos –como Lleras Restrepo, quien “representaba” también a los cafeteros.[4]
Concurrentemente a la ANDI, no obstante, muestra Sáenz que en 1945 se creó la Fenalco como sociedad opositora a la política de control de precios por parte del gobierno. En ella los comerciantes (grandes y pequeños) del país aunaron fuerzas para luchar contra estas iniciativas y, poco después, para obstaculizar en el congreso –y exitosamente– las propuestas restrictivas de la ANDI. Esta rivalidad estaría encarnada en las figuras de la familia Echavarría (de los industriales) y la Aristizábal (de los grandes comerciantes cafeteros).
Dicha controversia, efectivamente, tendría como campo de combate las sesiones de la Cámara, en el congreso, donde la ANDI y Fenalco (alineados más o menos en los partidos conservador y liberal, respectivamente) se valieron de sus instrumentos (lobbysts y congresistas liberales favorables, correspondientemente) para prevalecer; siendo que Gaitán, como muestra luego el autor, al dar su apoyo a un plan arancelario que beneficiara a todos, y no a unos pocos oligarcas,[5] inclinó la balanza hacia el lado de los comerciantes, logrando frustrar a los grandes burgueses hasta su asesinato, en 1948. Asesinato que, como menciona en seguida Sáenz, al provocar los levantamientos del “Bogotazo” y al dañar a bastantes comerciantes e industriales,[6] dio razón al presidente Mariano Ospina Pérez[7] para elevar impuestos de importación con el fin de aumentar el fisco y subvencionar a los perjudicados, lo cual fue, indudablemente, también aprovechado por la ANDI para sus proyectos arancelarios y para propulsar toda una campaña antisindicalista (en consonancia con la política norteamericana del momento) que tenía como fin destruir a los obreros como fuerza política y al comunismo.
Y luego, para finalizar, el autor exhibe cómo se sentaron los cimientos para los subsiguientes conflictos con las vísperas de las elecciones presidenciales, para las cuales Ospina aceptó implementar las políticas represivas recomendadas por Laureano Gómez contra los liberales y desbrozar el camino para su elección –de Gómez­–; sumándole que, a continuación, ante una enconada oposición liberal, procedió a suprimir el congreso y gobernar por decreto, lo cual fue celebrado por los industriales (que ya no tendrían más trabas en el congreso y se aliarían a Gómez) y lamentado por los comerciantes (que adhirieron al liberalismo de Lleras Restrepo).[8]
Esbozado así el libro, considero que posee bastantes puntos fuertes y otros débiles: los más duros son los relacionados con las fuentes y la teorización, pues es muy afortunado que el autor haya podido consultar toda aquella suma de archivos que menciona constantemente y que, contrariamente a la doctrina marxista, no respete aquella división entre estructura y superestructura que le hubiese significado prestar atención primordial a los factores materiales e ignorar como superfluos los ideológicos (como la divulgación en la prensa).
Los débiles son que, juzgo, el autor mencionó, pero no dio calado suficiente, a las relaciones si positivas o negativas entre Estados Unidos y los empresarios, pues en la Introducción dice que fueron agentes del imperialismo, pero en el curso del texto solo alude vagamente, a veces a la preocupación por la ola de productos amenazantes, y otras al incentivo a la inversión. Además, considero que esta obra deja entrever, varias veces, una especie de reproche a los empresarios.


[1] Pregrado (1972-1974) y Maestría (1976-1977) en Economía en la Southern Illinois University at Carbondale; Maestría (1981-1985) y Doctorado (1985-1988) en Historia Comparada en la Brandeis University Massachussets.
[2] Contrariamente a lo que han afirmado los historiadores tradicionalmente, haciendo creer que los gobiernos de Olaya Herrera, de López Pumarejo y de Santos incentivaron denodadamente la industria con una política proteccionista. En realidad, parece, prefirieron otorgarle su beneplácito a los agricultores cafeteros.
[3] Se empleó prensa escrita, como El Colombiano, de Cali, y El Tiempo, de Eduardo Santos, supuestamente autónomo; y radiodifusión.
[4] Aquí el autor rebate la creencia, compartida por historiadores latinoamericanos, como Miguel Urrutia, de que la industria tuvo poca incidencia en la política.
[5] Aunque, realmente, ambos grupos eran oligarcas.
[6] Pues, de hecho, fue un movimiento insurgente de carácter nacional, no solamente bogotano.
[7] Político conservador moderado, presidente desde 1946, que fue, en su juventud, un notable comerciante cafetero y especulador de bienes raíces. Como mandatario dio, inicialmente, pocas concesiones a los industriales, pero accedió a elevar aranceles mesuradamente debido a la nueva coyuntura económica mundial de posguerra que amenazaba con anegar al mercado colombiano con productos externos.
[8] Quien, para entonces, ya había cesado en su colaboración con la ANDI, volviéndose a los cafeteros.