Propósito

¡Estudiante de Ciencias Humanas! Tú que reflexionas en privado sobre los problemas maravillosos que encontraste planteados en algún libro, conferencia o cualquier texto comunicativo; tú, que desearías continuar con alguien la discusión no terminada en la que participaste en tu salón de clase; tú, que sientes atracción (¡casi obsesiva!) por problemas concernientes a la sociedad en la que vives y cómo funciona, sea para comprenderla o para encontrar alternativas viables de introducir en ella un cambio relevante y positivo... sí, tú, ¡ven y entra en nuestros debates!

Si estás vinculado a alguna ciencia social o humana, te invitamos a que nos envíes por este blog sus trabajos de grado, reseñas y ensayos que sobre cualquier libro o tema (respectivamente) hayas hecho para incentivar enriquecedoras deliberaciones que contribuyan a incrementar el intercambio de ideas entre científicos sociales en formación.

Nuestros datos: resenasyensayos@gmail.com

viernes, 12 de julio de 2013

Universidad Nacional de Colombia – Sede Bogotá                                                                                                         Facultad de Ciencias Humanas – Departamento de Historia                                                                               Seminario Historiográfico: Historiografía Colombiana sobre el siglo XIX – Revisionismos y persistencias. 2013-I                                                                                                                                                                                                                                                                                                     Docente: José David Cortés Guerrero                                                                                                                                    Diana Marcela Díaz Bernal – Código: 460928
    
CHUST, Manuel y SERRANO, José Antonio (Editores). Debates sobre las independencias iberoamericanas. AHILA – Iberoamericana – Vervuert, España, 2007.

Ninguna de las escuelas, tendencias y reflexiones de historiadores sobre el proceso indicado está demás, cada una de ellas es el resultado del desarrollo y  la historia de la sociedad (…) y obedecen todas al conflicto y contradicciones de esa sociedad”[1]

Como parte del proyecto de  investigación de la Fundación Carolina[2] “hacia los Bicentenarios: Los procesos de independencia en Iberoamérica”, la AHILA (Asociación de Historiadores Americanistas Europeos[3]) presenta en el 2007 una recopilación sobre la historiografía de las independencias iberoamericanas propia de las últimas décadas[4].

Tal Estudio, entendido y presentado como un debate totalmente vigente y necesario, es editado por los profesores Manuel Chust Calero[5] del departamento de historia, geografía y arte de la universitat Jaume I. y José Antonio Serrano[6] del Colegio de Michoacán, miembros ambos, al igual que los demás autores, de dicha Asociación. En esta recopilación la división por capítulos corresponde a una división por países; cada balance es presentado por autores vinculados, como docentes o investigadores, a universidades en su mayoría latinoamericanas y que fueron en su mayoría educados en América (a excepción de los apartes sobre Uruguay, Ecuador y Bolivia, que son tratados por profesores españoles).
Menos nos conocemos en cuanto más nos aproximamos a nosotros”, con esta frase resumen lo complicado que resulta ubicar la relación entre los diferentes contextos[7] y el discurso historiográfico de las últimas dos décadas, por lo que en general los artículos más que un análisis a partir de los diferentes lugares de enunciación son análisis de las tendencias en sí (unos más afortunados que otros,  a veces son resúmenes temáticos o a veces sólo inventarios de títulos y autores), de sus objetos de estudio, de sus fuentes y de sus perspectivas, más que de los intereses a los que pudieran responder.

Las historiografías nacionales suelen ser producciones locales, personalistas, basadas en la construcción de mitos necesarios para consolidar los nuevos órdenes políticos[8];  los diferentes autores encuentran la existencia de un Consenso historiográfico frente a la interpretación que se ha hecho de las guerras de independencia iberoamericanas. Tal consenso habría sido empleado como fundamento de identidad nacional y respondería a la necesidad de construcción de patria y nación propia de los países americanos durante todo el siglo XIX, que con el objetivo de unificar la historia de sus sociedades presentaron y consolidaron interpretaciones maniqueas de los sucesos, reduciéndolos a un conflicto entre patriotas (criollos con sentimientos nacionalistas) y traidores (peninsulares) donde los sectores subalternos estarían enajenados por su ignorancia y en la historiografía serían invisibilizados dentro de el pueblo que aparecía como categoría homogénea y sin fisuras, unida en torno al liderazgo de dirigentes insurgentes pertenecientes a una élite ilustrada.

Estos héroes[9] serían entendidos en general como “padres de la patria”, figuras carismáticas y mesiánicas cuya acción explicaría, casi que por sí sola, la emancipación, por lo que se les dedicó y dedica una extensa producción historiográfica desde múltiples perspectivas, ya sean biografías u obras en torno a su devenir, ya sea en favor o en contra suya, pero tales figuras siguen ocupando lugares centrales en los diferentes estudios. En el caso argentino[10], al igual que en los demás países, estos consensos aceptarían el supuesto de una Nación que se libera de otra después de una revolución planeada y deseada, es decir, que “la nación que comenzó a emanciparse en 1810 existía desde antes de esa fecha” (B. Mitre), que lo líderes criollos materializaron el anhelo emancipador que se había desarrollado entre la población local y, como en el caso uruguayo[11], es común que la historiografía ignore los antecedentes propiamente coloniales del proceso.

Estos consensos fueron aceptados por el grueso de la comunidad académica y replicados en la mayoría de los textos escolares y por ende en las memorias colectivas (sin embargo esta afirmación no debería hacerse tan a la ligera, pues hay muchas otras formas de consolidación de memorias colectivas como las calendarios festivos, los nombres de las calles y no solo los manuales escolares). A partir de la profesionalización de la disciplina histórica se empiezan a generar revisiones y críticas que buscan generar nuevos paradigmas, sin embargo, las visiones tradicionales siguen teniendo mucho peso en las diferentes interpretaciones que se realizan, y si bien se señalan ciertos periodos como periodos de renovación historiográfica estos momentos siguen estando acompañados de múltiples publicaciones y estudios que siguen replicando aquellos consensos clásicos.

En Argentina esa profesionalización inició desde 1910 con historiadores profesionales que a su vez eran militares y que limitaron sus estudios a los aspectos técnicos y operacionales de las guerras, incluso en la actualización de la historia patria realizada en el 2000 la historia militar prácticamente se mantiene inalterable y si bien desde los 80 cada vez son menos los historiadores-militares, también es cada vez menor el interés por esta parte de la historia.

En Uruguay el tema de la independencia presenta un panorama complejo y cambiante[12] frecuentemente ignorado o disminuido por la historiografía y que en general despierta muy poco interés de parte de historiadores no nacionales, y en las últimas dos décadas tampoco interesa a los nacionales, que parecen no ver como relevante el vacio interpretativo entre 1816-1828, periodo que suelen evacuar en uno a dos párrafos. La reflexión en este punto se centra en la manipulación que puede haber por parte de los historiadores, que llegan incluso a falsear la historia, eliminando u omitiendo datos de los documentos, para hacer parecer irrefrenables sus preceptos, en este caso la voluntad del pueblo oriental de ser independiente, pero que en general se refiere al retorcimiento de la argumentación para lograr sus fines, conclusión a la que llegan casi todos los autores.

Paraguay[13], parece ser un país olvidado del cual poco se sabe más allá de la figura de Francia. En contraste con el caso chileno[14] y con el venezolano[15] que sí presentan una preocupación permanente por el asunto, sin embargo para ser un tema tan tratado queda aún mucho por hacer desde la necesidad de nuevos enfoques y desmitificaciones (lo que deja claro que la cantidad no implica calidad ni complejidad de análisis); el artículo sobre el caso chileno es el único que se limita al análisis historiográfico, sin presentar los sucesos históricos como tal, evitando así entrometerse en la idea que de las diferentes tendencias se puede hacer el lector antes de conocerlas, cosa que sí hacen el resto de autores.

En cuanto a las revisiones que poco a poco se han ido dando, desde los 50’s, 60’s y 70’s, se han ido generando nuevas agendas de investigación y por ende una transformación en la concepción histórica sobre este periodo, sobre todo desde el aporte de una nueva generación de historiadores-universitarios y también desde el aumento de investigaciones extranjeras al respecto (sobre todo estadounidenses y en especial después de la 2WW y la Revolución cubana, tal vez desde la lógica de conocer para conquistar, pero no es algo que los autores profundicen).
En general no se presentan desafíos a los paradigmas tradicionales, sino más bien revisionismos limitados sobre el papel concreto de uno u otro actor sin llegar a cuestionar los héroes nacionalmente aceptados; pero hubo algunos aportes que cuestionaron la fuerza del liderazgo carismático de los héroes para proponer el surgimiento de los caudillos como producto de las revoluciones y no al revés, cuestionando el sentimiento nacional previo a los confortamientos planteando la existencia de un Estado antes que de una nación y desmitificando el destino manifiesto. Por ejemplo en Perú[16] se generaron debates sobre si la independencia fue una concesión o una conquista, de los que surgió el postulado de la existencia de un nacionalismo peruano y proyecto político propios, pero no anteriores a los hechos de emancipación sino surgidos durante y después de ellos.

En la década de los 70 muchos estudios estuvieron marcados por el materialismo histórico y por teorías dependentistas, el objetivo ya no era construir nación sino entender qué cambió y qué se mantuvo del régimen anterior, deduciendo todos que si bien pudo haber cambios políticos o por lo menos el inicio de los mismos, en lo económico y n lo social las estructuras coloniales se mantuvieron hasta mucho tiempo después de las guerras; estos enfoques nutrieron a la historiografía de sus aportes basados en la crítica a la historia positivista, pero desde la propuesta marxista la participación de las grandes mayorías, no tiene en cuenta la diversidad de la sociedad multiétnica americana, de ahí la necesidad de estudios que mezclen los análisis de lucha de clases con categorías culturales.

La independencia de Centroamérica (El salvador, Guatemala, Costa rica, Honduras y Nicaragua) es  resumida[17] en la experiencia de los dos primeros países, centrándose en dos autores propios de la corriente profesional de la historia a nivel iberoamericano, que critican la historiografía oficial. Esta corriente a nivel general empieza a captar la continuidad de ciertas instituciones del antiguo régimen, es decir, relativizó el peso de las transformaciones de la Independencia; a ver la independencia más como reacción de emergencia que como acción planeada, dando paso al protagonismo de los “actores colectivos” desde el afianzamiento de las historias sociales, económicas, culturales o de las mentalidades e ideas (esta última, tendencia europea de estudiar las ideas y actitudes de las élites); además de la consolidación de nuevas vertientes  de investigación que minaron con el consenso: la historia regional, el cuestionamiento a la “independencia inevitable”, los debates sobre desempeño productivo de las estructuras económicas s XVIII y XIX, historia social y el “desmonte del culto a los héroes”.

En general estas visiones y enfoques confluyeron en el cuestionamiento de consensos arraigados, pero su objetivo último no necesariamente fue acabar con el discurso anterior, se trata más del arranque de nuevas formas de hacer historia, basadas en ver la independencia más como un proceso que como un acontecimiento, que de algo parecido a una meta. Más recientemente en general desde los 90 se han privilegiado nuevos actores: negros, indígenas, subalternos, monarquistas, mujeres y nuevos intereses: perspectivas regionalistas, vida cotidiana, humanización de los héroes y el estudio de heroínas; dando grandes pasos innovadores, pero las continuidades con la historiografía propia del siglo XIX han sido mayores, y esto empeora por la poca socialización de investigaciones recientes.

Para la historiografía mexicana[18] la independencia es un tema de interés superado sólo por la revolución de 1910, por la necesidad de explicar, y sobre todo justificar, el surgimiento de la nación. El revisionismo presentado desde los 50 en este caso significó el que actualmente los historiadores no lo vean como independencia de México, porque ni México ni su identidad nacional existían antes e 1810, sino como independencia de la Nueva España; y que tengan en cuenta no solo las ideas liberales  sino también la tradición jurídica española y la católica.

Pese a las diferencias cuantitativas en la producción historiográfica, en los casos venezolano desde los 80 y colombiano[19] desde los 90 los revisionismos también han generado grandes aportes (n el sentido que los autores consideran un aporte) en cuanto a la desmitificación de la Figura de Bolívar, la desatanización de España, la “liberación” de los enfoque centrados en las capitales Caracas y Santa fe y por ende el redireccionamiento de la atención hacia procesos particulares de cada provincia y la inclusión de los diversos actores sociales (además de pardos, indígenas, negros, también élites locales), tener en cuenta los antecedentes coloniales; sin embargo, el peso de los convencionalismos sigue siendo bastante fuerte dentro de la enseñanza en general y los estudios aunque novedosos y renovadores siguen siendo muy pocos.

Para el caso brasilero el profesor Joao Paulo Pimenta[20] presenta un artículo bastante corto en portugués, un idioma que no manejo por lo que no me atrevo  a realizar críticas o apreciaciones frente al mismo (a pesar de la reducida extensión y la relativa facilidad de encontrar traductores). Tal vez sea solo el intento por generalizar una falencia personal, pero esta cuestión podría reflejar y agudizar las brechas entre la academia hispanoparlante y la de habla portuguesa, podría haber ediciones completas en español y ediciones completas en portugués, suponiendo que no todos los estudiantes o interesados brasileños manejan el español y viceversa. Y aprovecho para mencionar que podría ser enriquecedor reducir los apartes textuales de los textos citados y aumentar la información de quien los produce, pues en varios casos no aclara su nacionalidad o filiaciones académicas o políticas, o de clase, por ejemplo.

Con la frase “estamos seguros de que para investigar es necesario revisar, repensar continuamente las tradiciones historiográficas, con el fin de afinar los temas de investigación.” Queda claro  el interés general de la obra por que se “complete el panorama”, porque las investigaciones continúen, y que lo hagan por el camino que en estos momentos los autores mencionados consideran el más enriquecedor, camino que es dejado claro en cada una de sus intervenciones y que orienta hacia el tipo de historia que ellos escriben y desde sus enfoques, es decir hacia una valorización de actores recurrentemente olvidados como lo serían los españoles o los locales partidarios del régimen monárquico, o en general la población antiinsurgente, esto dentro de los diferentes sectores étnicos y sociales, teniendo en cuenta las particularidades regionales, la interdisciplinariedad y los estudios de conjunto. Desde la necesidad de reformulación de los relatos escolares y de reducir la tendencia al abandono del tema de investigación.



[1] Si bien estas palabras surgen de la reflexión sobre el caso del proceso de independencia chileno (página 160), considero que aplican para cualquier revisión historiográfica sobre cualquier tema.
[2] La Fundación Carolina se constituye en octubre del año 2000 como una institución, financiada por actores públicos y privados, para la promoción de las relaciones culturales y la cooperación en materia educativa y científica entre España y los países de la Comunidad Iberoamericana de Naciones, así como con otros países con especiales vínculos históricos, culturales o geográficos: constituyéndose, según ellos, en una apuesta por el equilibrio geográfico y por la democracia paritaria de los beneficiarios de sus programas. Información de: http://www.fundacioncarolina.es/es-ES/Paginas/index.aspx
[3] Fundada en 1978, inicialmente como un pequeño grupo de especialistas europeos interesados en la historia de América Latina, que posteriormente permitiría la participación de historiadores latinoamericanos residentes en Eurpa, la Asociación busca promover la investigación y la enseñanza relativa a América Latina en los países europeos información en: http://www.ahila.net/historia.php
[4] Aunque dejan de lado las independencias de Cuba, Puerto Rico y República Dominicana, tal vez por la particularidad de tales procesos en torno a sus relaciones con los Estados Unidos, pero es un tema que no mencionan.
[5] Un latinoamericanista interesado en los procesos revolucionarios en América en el siglo XIX y sobre todo en la Independencia mexicana, en tanto proceso revolucionario y formación de autonomías territoriales. Información en:  http://www.red-redial.net/investigador-chust,calero,manuel-361.html
[6]Licenciado en historia por la UNAM y doctor en historia por Colegio Mayor de México, es un investigador interesado por la política, la economía y la sociedad mexicanas, y sobre todo por la revolución liberal tanto en México como en España. Información en:
[7] La caída de dictaduras, el surgimiento de una “ola democratizadora”, el descarte de la vía armada de la revolución (menos en Colombia), entre otros; y académicamente, la despolitización de los debates, el creciente interés por el siglo XX, la crítica a las teorías estructuralistas y el regreso de lo político (ya no perspectivas  tan economicistas).

[8] Y que a su vez van generando la sensaión de que se trató de procesos separados desconectando espacios, problemas y realidades conjuntas y generando descripciones fragmentadas de los procesos, descripciones que Marchena sugiere debería hacerse desde una mirada regional, no general ni local, para no caer en anacronismos y poder entender el proceso. Juan Marchena Fernández, profesor de historia de la Universidad Pablo de Olavide, especializado en la historia americana y sus procesos de independencia. Y en el presenta balance hace referencia alos casos ecuatoriano y boliviano. Información en: http://www.americanismo.es/latinoamericanista-MARCHENA_FERNANDEZ_Juan-438.html
[9] Incluso en la actualidad priman publicaciones relacionadas con las figuras de San Martín, Artigas y el artiguismo, Francia y su dictadura  y sobre Simón Bolívar, por mencionar a los más tratados.
[10] tratado por Gabriel Di Megliohistoriador doctorado en la Universidad de Buenos Aires y profesor de la misma, interesado sobre todo por la historia de las clases populares en la Argentina, es también investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas; información en: http://www.megustaleer.com.ar/autor/45934/di-meglio-gabriel-m
[11] Caso del que se ocupa Julio Sánchez Gómez licenciado y doctor en historia por la universidad de Salamanca, de la que es también profesor y cuyas investigaciones giran en torno a la historia de América desde el periodo precolonial hasta la actualidad.Información en: http://campus.usal.es/~indusal/web/sites/default/files/CV%20Julio%20S%C3%A1nchez.pdf; y que personalmente preferiría se hubiese centrado menos en la parte histórica (llegando incluso a citar fuentes primarias) y más en los debates historiográficos, y así tal vez el texto habría sido más ordenado.
[12] por no ser un territorio que coincida con alguna de las delimitaciones territoriales de los virreinatos; entre 1810 y 1830 tuvo 6 soberanías diferentes, que en ocasiones coexistieron: España, Las provincias unidas de argentina, Portugal, Brasil Argentina y República Independiente desde 1828; cuando se independizó no de España sino de Brasil.
[13]Nidia Areces doctora en historia y profesora de la Universidad Nacional de Rosario en Argentina es quien hace alusión al caso paraguayo, interesada sobre todo por las relaciones fronterizas. Información de: http://www.prisaediciones.com/py/autor/nidia-r-areces/
[14]Alejandro San Francisco doctor en historia moderna por la Universidad de Oxford y profesor del Instituto de Historia y de la facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile, apasionado por el período de Independencia;
[15] abordado por la historiadora Inés Quintero investigadora del Instituto de Estudios Hispanoamericanos de la Universidad Central de Venezuela.
[16]Del caso peruano se ocupa el licenciado Carlos contreras, magister en ciencias sociales y doctor en historia por el Colegio de México, profesor principal del departamento de economía de la Pontificia Universidad Católica de Perú, interesado por la historia económica y el desarrollo regional;
[17]  Por Xiomara Avendaño Rojas doctora en historia por el Colegio Mayor de México y docente en la Universidad de El Salvador.
[18]de la experiencia mexicana se encargan los historiadores Alfredo Ávila y Virginia Guedea, ambos investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México Información en: http://es.wikipedia.org/wiki/Alfredo_%C3%81vila y http://es.wikipedia.org/wiki/Virginia_Guedea
[19] El capítulo sobre el Nuevo Reino de Granada es presentado por el licenciado Armando Martínez Garnica, doctor en historia por el Colegio de México, profesor titular de la escuela de historia de la UIS cuyas investigaciones están centradas en el Estado nacional colombiano; Información en: http://www.ielat.es/inicio/repositorio/cv-armando-martinez.pdf
[20]profesor de la universidad de Sao Paulo, interesado por las independencias de Iberoamérica, las identidades políticas americanas y las relaciones entre el tiempo y la historia en los siglos XVIII y XIX;  Información en:  http://www.megustaleer.com.ar/autor/47356/pimenta-joao-paulo

martes, 28 de mayo de 2013


Pedro E. Conrado Salas

Estudiante de Historia. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.

Germán Colmenares. Las convenciones contra la cultura. Ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX. Bogotá: Tercer Mundo editores S.A., 1989. 202 páginas.

 
Una de las obras emblemáticas de Germán Colmenares, las convenciones contra la cultura es un tratado sobre las características de la construcción histórica en la historiografía en el siglo XIX surhispanoamericano, en relación a las preocupaciones y lenguajes manejados del momento en los nuevos estados pos-independentistas.

Perteneciente a la así denominada corriente de la “Nueva Historia”, Germán Colmenares fue un historiador con formación jurídica y filosófica que se consagró a los temas más populares de las décadas de los setenta y ochenta en el ámbito académico, la historia social y la económica. Como resultado de su trabajo en estos ramos publicó obras, muy reconocidas aún hoy, como Partidos políticos y clases sociales en Colombia (1968), Historia económica y social de Colombia, 1537-1719 (1973) y Cali: terratenientes, mineros y comerciantes, siglo XVIII (1975), entre otras. Empero, sus atractivos investigativos no se limitaron a este tipo de temáticas, sino que las trascendieron para llegar a abordar otras, más reflexivas y críticas en torno al quehacer del historiador, como las directrices y reglas de composición narrativa sobre las realidades históricas.Este tipo de investigaciones lo llevarían finalmente a la vía de la historiografía, a cuyo dominio pertenece el texto aquí reseñado.

 El libro se compone básicamente de cinco partes, de las cuales la primera es la introducción y las siguientes los capítulos en los que organiza sus ideas. Su metodología consiste esencialmente en tomar un cierto número de historiadores del siglo XIX surhispanoamericano (Baralt, J. M. Restrepo, Amunátegui, Mitre, Barros Arana, G. R. Moreno, entre otros) y llevar a cabo comparaciones entre ellos, enmarcadas en criterios de observación que conduzcan a una comprensión final de las prácticas, reunidas y conjuntas, de la figuración y articulación de las narraciones históricas de estos mismos. Asimismo, con el fin de entender cabalmente los principios de estructuración de las historias decimonónicas, y teniendo en cuenta las convenciones ajenas importadas, de tipo literario, heredadas y transmitidas por las vías de la admiración y de la imitación, especialmente romántico y costumbrista, Colmenares emplea un cierto número de textos teóricos que le sirven para poner en su debido lugar los atributos preexistentes de los componentes de dichas tramas. Entre ellos está Northrop Frye, Roland Barthes y Hayden White, cuyos trabajos sobre los aspectos muy marcados y determinantes de la literatura en el relato histórico representan un gran aporte en lo que respecta a la división entre una realidad objetiva y una lingüística (en la que esta última prima), y en el reconocimiento de la existencia de tropos poéticos en la urdimbre de los argumentos de las obras de esta especie.

Con este aparato teórico a su disposición, y fundándose en las obras históricas de los escritores decimonónicos arriba mencionados, como fuentes, Colmenares emprende el desarrollo del que es el principal objetivo de Convenciones: comprender a la tradición historiográfica, común a los países de Suramérica, que se fundó después de la Independencia y que todavía ejerce un peso nada despreciable en la visión que los sujetos del presente tienen sobre el pasado.

 
En primera medida, nos ofrece en la introducción un cuadro general del problema de la tradición: las críticas lanzadas desde la historiografía moderna, que le recrimina un marcado sesgo político e ideológico y, consecuentemente, una dudosa práctica disciplinaria; sus características, que son la elección de la Independencia como tema central, la existencia de fuertes conflictos culturales en torno a las versiones de la historia, y la disimulación de estos mismos con el recurso de convenciones narrativas ajenas asimiladas; y por último, los tropiezos que esta misma sufrió en el siglo XIX, a raíz de las querellas culturales, y que desembocaron en una simplificación canonizada, en el siglo XX, de estas mismas mediante la recolección de los rasgos más superficiales de las narraciones de la centuria anterior, con lo que se compusieron cronologías vacías y despojadas del tupido contenido deliberativo que tuvieron originalmente.

 
Luego de descrito este panorama, Colmenares procede a exponernos los diversos aspectos en los que las convenciones, que son los ejes de la obra, definieron e incidieron en la fabricación de narraciones históricas en el siglo XIX. Estructuralmente hablando, primeramente observa la presencia de estas en el calificativo de oscurantista atribuido a la Colonia, responsable de todos los males de la República, por parte de Lastarria, y del costumbrismo de Larra como ejemplo para la ilustración de las costumbres retardatarias de las clases populares y segregadas, herederas del oneroso pasado colonial, para disfrazar la crítica y reprobación de estas con imágenes preciosistas e inocentemente descriptivas, con el fin de operar (Lastarria) transformaciones culturales que borraran irrevocablemente los elementos legados (y nefastos) del dominio español; todo esto como demostración de la incapacidad de los escritores americanos de hacer encajar su discurso dentro un sistema de significaciones extraído prístinamente de su mismo lugar de origen y que se remonta a la misma naturaleza de las crónicas de Indias.

 
En segundo lugar, pasa a analizar el efecto de estas mismas convenciones en la estructuración cronológica de las historias decimonónicas, mostrando cómo la elevación de la Independencia como punto axial en función del cual debían llenarse los vacíos existentes en el conocimiento de la Colonia no fue más que una adopción artificial que obedecía al desconocimiento de la segunda y, por tanto, al apremio de darle un sentido y continuidad que la uniera a la primera; de la idea de que una proximidad generacional era la más adecuada y de que la copia fiel de los hechos plasmados en las fuentes para pasarlos a un formato lineal y desprovisto de interpretaciones era el ideal del quehacer histórico.

 
Luego, observa asimismo la configuración de un tipo heroico, presente en figuras tales como el San Martín y el Belgrano de Mitre, como un molde en el que se vacían contenidos cuyas formas ya están predispuestas y que, por tanto, son innaturales. El hecho de que estos aparezcan como personajes que realizan acuerdos exitosos con sus entornos o combaten contra ellos (los cuales son los típicos atributos de los protagonistas cómicos y trágicos según Northrop Frye), que logran manipular las causas, arrebatándole la facultad a la naturaleza de orquestar el destino, y que tengan todas las cualidades de la voluntad y decisión para acometer empresas atrevidas, muestra que su existencia se debe a la prefiguración de la convención.

 
Y por último, revela de qué manera la concepción de un dramatismo esencial e imprescindible para la articulación de una historia, no presente en la información disponible sobre el Coloniaje (y lo cual le quitaba su atractivo) era una adaptación del estilo literario histórico de Walter Scott y Washington Irving y que influyó en la tendencia de buscar siempre reproducir los sentimientos y pasiones de los héroes en momentos cruciales, sin limitarse a una mera enunciación de hechos desprovistos de emotividad.

 
Basado en esto, esta obra ofrece algunas problemáticas de relevancia. Primeramente, el papel desempeñado en el presente del pasado. El hecho de que Lastarria quisiera emplear dechados narrativos europeos para encaminar a la nueva sociedad chilena por los caminos de la metamorfosis cultural en pro deshacerse de la nefasta influencia de la colonia despertó su polémica con Andrés Bello, en la cual se puso de relieve la inconveniencia de que la ideología incidiera en la visión del pasado. En segundo lugar, el rol desempeñado por el presente en el pasado, personificado por el objetivo destructor de las trazas coloniales por parte de la nueva realidad republicana por medio de los repetidos ataques y las reiterativas censuras al pueblo. En tercer lugar, la existencia de realidades supeditadas a lenguajes. A propósito de esto, el mismo autor nos invita a lo largo de su obra a prestar atención a la realidad construida lingüísticamente de los historiadores del siglo XIX, diferente aunque paralelamente no disímil de lo que sucede hoy, que impidió ver fenómenos no autorizados por los cánones. En cuarto lugar, la construcción de una temporalidad a partir de la selección de tiempos eje, a los cuales subyacen ideas de épocas distintas, en función de los intereses políticos. Y por último, el problema de las fuentes como mediadores entre el historiador y el pasado, sobre las cuales reside todo el edificio histórico, pero de las cuales pueden extraerse hechos que están siempre a la merced de las intenciones del oficiante, aunque él mismo pretenda solo registrar hechos.

 
Quedan, entonces, unas preguntas sueltas con las que puede interpelarse al libro de Germán Colmenares, relacionadas con estos problemas. La primera sería, si hay un substrato tradicional subyacente a las historias surhispanoamericanas en el siglo XIX, ¿cómo opiniones diferentes sobre héroes y hechos condicionó la constitución de comunidades imaginadas, idealizadas unas como diferentes de otras? Y la segunda podría ser, si el grueso de los componentes del Pueblo fue censurado como receptor de los atributos heredados de la Colonia, excluyéndose íntegramente de las filas de aquellos que velaron por la democracia y la república, ¿No conformaron ellos también versiones auténticas de la historia, transmitidas en formatos distintos pero igualmente eficientes? Y ¿Cómo, pues, interactuó la colectividad con las interpretaciones de las autoridades?

 

viernes, 22 de febrero de 2013

Eric Hobsbawm: The Invention of Tradition


Hobsbawm, Eric y Ranger, Terrence The Invention of Tradition. Cambridge: Cambridge University Press, 2000


El pasado 1 de octubre murió Eric Hobsbawm.  
Como reconocido historiador, de la escuela marxista británica Hobsbawm marco un hito en la forma de narrar el acontecer histórico. Consagrado como el historiador del siglo XX también logro aportes a la disciplina histórica desde otras perspectivas, The Invention of Tradition es uno de esos aportes.
En el libro, Hobsbawm y su colega Terren Ranger se proponen dar cuenta de un fenómeno cultural que inunda las sociedades actuales en general, partiendo del caso ingles, en específico. Este fenómeno es la tradición inventada. Este adjetivo es el determinativo fundamental del término que pasara a la posteridad; inventada por qué se constituye como una construcción premeditada de una representación en función de objetivos específicos. Desde esta proposición se articula el libro, anunciando que la mayoría de las tradiciones que se asumen son antiguas y se remontan a tiempos ancestrales en realidad son el producto de una re-identificación con el pasado, que busca legitimar cierto fenómeno a partir de prácticas que enmarcan una conciencia histórica determinada por una ideología. Es entendido por el autor que este fenómeno de invención se da generalmente a lo largo del siglo XIX como producto de los profundos cambios basados en el liberalismo y capitalismo que le dan vuelta al mundo.
Aunque el fenómeno se considera internacional el libro solo abarca aspectos relacionados con Gran Bretaña. A partir de una introducción que da cuentas de la reflexión del fenómeno enmarcado en tres casos de tradición inventada: 1. Las representaciones de grupos 2. La legitimación de instituciones, estatus o autoridad  3. La inculcación de creencias, valores o convenciones de comportamiento; se da paso a seis diferentes fenómenos, siendo diferentes casos a su vez que configuran a partir del estudio de caso la base que respalda la configuración teórica.
El primer caso es el de Hugh Trevor Roper, profesor ingles de la edad moderna en Gran Bretaña que escribe “The Higland tradition of Scotland”. En este capítulo el autor busca dar cuenta de una tradición que aparentemente se ve antigua: el uso del kilt (o falda) por parte de los escoceses.  En este sentido esta tradición se inserta en el imaginario británico a partir de la unión de los territorios bajo una sola carona. Como protesta a la transformación cultural que ha tenido el territorio un grupo de intelectuales busca retomar la cultura higlander de Escocia. Desde una adaptación del antiguo traje usado por los campesinos a los elaborados tejidos de diferentes colores que representan clanes, en el texto se hace un recorrido a la reconstrucción cultural del fenómeno de la moda.
Esta construcción se puede localizar en la primera categoría de Hobsbaum, la que construye identidades grupales. A lo largo del texto se aclara que la decadencia del traje de campesinos, en el siglo XVIII que fue siendo remplazado por el vestido común ingles dio paso a la apropiación del kilt, pero esta vez por parte de las elites escocesas. La tradición se tomo de “abajo” y se constituyo “arriba” mostrando que esta tradición se tomo de la cultura popular y adapto a la cultura de elite. Es de resaltar que en este capítulo se  visibiliza la creación de una tradición simple,  de la moda y se ve cómo puede articularse en un contexto político representando una protesta basada en un símbolo que hoy en día pierde todo su contexto en despliegues culturales de la elite británica o en los pantalones de individuos pertenecientes a movimientos culturales urbanos como el punk.
El segundo trabajo es el de Prys Morgan un historiador de Gales. Se titula “The Hunt for the welsh past in the romantic period” y expone como se construye un pasado mítico a partir de la invención parcial de fuentes literarias e históricos. Al igual que el capitulo anterior este busca dar cuenta de una identificación cultural construida a partir de una elite en pos de la identificación de un grupo que se ve afectado por su integración a la corona inglesa.
Así, entonces desde las tradiciones bardas de cómo a partir de la música se construyen relatos de personajes históricos hasta la acción de inventar manuscritos que buscan reivindicar una identidad galesa se aprecia la construcción de un imaginario identitario. Desde este punto empieza a desarrollarse a partir del siglo XVIII y XIX una constelación mitológica sobre un pasado heroico y mágico en donde personajes como el Rey Arturo u Owain Glyndwr (shakespereano) se insertan en el discurso histórico oficial de Gales. Gracias a la dispersión intelectual y de fuentes, falsas u originales, se puede articular toda una gama de relatos que se catapultan a la escena oficialista y definen en la cultura contemporánea galesa como son los druidas u Stonehenge. En una nota a parte es curioso darse cuenta que en bases de datos enciclopédicas que defiende hoy la construcción de la memoria y el relato histórico, como lo es wikipedía, podemos encontrar una continuidad del relato creado por los intelectuales galeses[1], vemos entonces que se forma exitosa se logro configurar el discurso oficial histórico.
El tercer capítulo es  de David Cannadine un historiador ingles que se especializa en la monarquía británica. El trabajo se titula “The British Monarchy 1820-1977” y explora como se construye la ritualización y el performance[2] de los reyes británicos. En este texto se profundiza en la noción del rito como representación simbólica  y se manifiesta como una puesta en escena del poder de la corona, amenazado por el parlamento en Gran Bretaña. Estos a su vez cambian dependiendo del contexto en el que se desarrollan y su eficacia se desarrolla respecto al monarca en cabeza. Así en las representaciones de George IV, William IV y Victoria  se presenta una decadencia de las celebraciones públicas y en cambio desde Edward VII hasta Elizabeth II se ve un crecimiento en popularidad de la monarquía al mismo tiempo que esta se aleja de las cuestiones políticas.
Con el uso de los medios de comunicación y desde la Primera Guerra Mundial empieza a crearse una popularidad que gira en torno a la monarquía. Los matrimonios, funerales, bodas de plata, oro y diamante empezaron a adquirir un carácter público popular a partir del distanciamiento por parte de la realeza de la escena política.  En este punto el autor logra denominar factores como la BBC y las porcelanas conmemorativas (entre otras formas populares de recordar o definir a modo productivo el rito) que re-definen la opinión pública y la construcción popular de los eventos monárquicos. Este capítulo es un ejemplo claro de la segunda forma de tradición inventada: la que legitima una institución, estatus u autoridad, en este caso la monarquía. A la mente viene el ultimo gran evento real de la monarquía inglesa: el matrimonio del príncipe William con Kate, con enorme despliegue de pomposidad y exagerada propaganda, las continuidades se manifiestan pues a partir de este evento se reconstruyen la tradición ya establecida de la ritualización ceremonial de la monarquía inglesa que fue observada no solo por el pueblo británico sino que también por todo el mundo.
El cuarto capítulo es del antropólogo estadounidense Bernard Cohn, titulado “Representing Authority in Victorian India”. Este se centra en la construcción de una autoridad inglesa en la colonia india, joya de la corona imperial. El texto busca explicar cómo a pesar de la reducida cantidad de británicos en el territorio indio en comparación con los nativos se logro constituir un orden jerárquico que lograra subordinar al pueblo indio al imperio.
La absorción de India empieza con una destitución de la monarquía local y continua a través de la incrustación de la cultura occidental en la elite regional. Así, a partir del reconocimiento de títulos y terrenos a los príncipes indios se logra articular una red de lealtades que mantienen firme la presencia de la corona aun cuando solo existe la figura del virrey en el territorio. Es de notar que la estrategia manejada por el imperio se manifiesta concretamente en la Asamblea Imperial llevada a cabo en Delhi en 1877 donde se reúnen todos los príncipes del territorio para jurar lealtad a Victoria. Esta estrategia sella el acuerdo colonial y marca el destino indio que solo hasta finales de la segunda mitad del siglo XX podrán retomar una identidad cultural y política independiente con la ayuda del movimiento de Gandhi.
El quinto capítulo es el del co-editor del libro Terrence Ranger quien es historiador de Africa. Su texto se llama “The Invention of Tradition in Colonial Africa” y en el busca dar cuentas de cómo el pensamiento ingles colonizador de-construye las relaciones autónomas africanas y las transforma a favor de unos intereses particulares. Entra a jugar, con papel protagónico, aquí los discursos raciales que fundamentan todas las relaciones que se creen entre los colonizadores y los colonizados. En este texto podemos apreciar nuevamente la construcción de tradiciones que legitiman un orden a través del uso de regímenes de verdad que sustentan el abuso de poder de forma racional.
En el texto se observa como al sur de África, a través de los discursos racistas positivistas se construye un discurso que argumenta la sumisión de los negros con los blancos hasta que logre un grado de civilización que permita su auto-determinación. A su vez estos discursos respaldan la investigación antropológica, hecha por blancos sobre los nativos africanos. Esta investigación antropológica tiene la función de re-organizar el orden africano para acoplarlo a los intereses blancos y aquí yace la tesis principal y más impactante del texto: Las organizaciones tribales que hoy sobreviven en el sur de África, por Zimbawe y Botswana, son organizaciones creadas por los antropólogos y otras autoridades blancas. A través de discursos transversales como las luchas entre etnias o los conflictos joven-viejo hombre-mujer es posible articular unas lógicas de dominación que anulan la organización propia de los individuos y terminan doblegándose a las disposiciones colonizadoras.
Finalmente, el último texto es el de Hobsbawm titulado “Mass-Producing Traditions”. Este texto es, lo podríamos llamar central en el libro pues es el mismo autor quien acuña el temrino “tradición inventada” y lo desarrolla a forma de ejemplo de mejor manera en el capitulo.  El autor hace una clara diferencia dentro del fenómeno de tradiciones de masas: existen las tradiciones inventadas políticas y las sociales. Las primeras son construidas a partir de una sociedad que busca legitimarse y la segunda se construye dentro de grupos contenidos en la sociedad (existe una ambigüedad en realidad entre la diferencia de los tipos pues aunque se sume que las tradiciones políticas proviene de arriba existen también grupos incluidos en culturas elitistas que crean su propia tradición para legitimar su estatus).
Así en el texto Hobsbawm nos presenta diferentes mecanismos que permiten articular unas tradiciones políticas. Entre ellos se encuentra la educación, como base constructora de pensamiento (el papel de la nación y el nacionalismo es uno de los factores que más influyen en este tipo de tradiciones inventadas y Hobsbawm nos habla del uso desmesurado de estas medidas en la legitimación de republicas nacientes), también vemos las ceremonias publicas y los monumentos. A esto se le agrega el deporte (en especial el football y las olimpiadas) y los movimientos de izquierda (como el 1 de mayo) que construyen tradiciones a favor de una legitimación.  Es importante tener en cuenta el carácter a-político de la construcción de tradiciones: sirven para legitimar todo régimen (siendo el carácter de este tipo de tradiciones el segundo enunciado al principio) sin importar su orientación, la finalidad es dominar y subordinar. A nota personal es imposible no hacer comparaciones con el caso colombiano, el himno nacional a las 6:00 am y pm o los equipos de football tradicionales juegan con la dinámica expuesta en el capitulo para construir tradiciones que refuercen la imagen de la nación (que buscaba una legitimación desde el siglo XIX)
Cabe resaltar que a lo largo del libro existe un factor que no es nombrado directamente por los autores y sin embargo es fundamental para el ejercicio de la invención: es el poder. Acercándonos ahora a Foucualt[3] vislumbramos que el ejercicio del poder permite construir las tradiciones inventadas a favor de intereses. Para crear identidades o legitimar un orden establecido se debe partir de la ejecución del poder que puedan ejercer los individuos involucrados en el proceso para que sea eficaz la construcción de tradición o esta podría caer en el olvido. Estos individuos ostentan poder ya sea intelectual, científico, militar o político que permite que su construcción altere la cultura a la cual pertenecen de forma asertiva. Por ello aunque no se le mencione, juega un papel fundamental.
El aspecto más criticable del libro[4] es la ambigüedad que se deja ver en relación al término tradición inventada y su “originalidad” pues no se distingue entre la adaptabilidad de las tradicionales genuinas (que a su vez han sido inventadas en algún momento y solo se diferencian de forma superficial en la temporalidad) con las transformaciones que puede sufrir una tradición inventada. Además, la investigación de una tradición inventada se ve nublada por las numerosas dificultades que se dan en un estudio simbólico y estos aunque son denunciados por  Hobsbawm en la introducción no son profundizados.
Sin embargo el texto es muy valioso en los estudios culturales y nacionalistas. Aplicados al contexto latinoamericano se puede encontrar una herramienta poderosa en la investigación sobre el nacimiento de las republicas a principios del siglo XIX (estudios que están hoy en día en boga por la coyuntura bicentenarista que se vive) y sus formas de legitimarse posteriormente incluso durante el siglo XX.
Es fundamental rescatar a Hobsbawn del simple cajón en el que se le puede encerrar dentro del círculo marxista. Su aporte con el termino tradición inventada permite un acercamiento al desarrollo cultural de las sociedades que puede explicar muchos de los fenómenos que hoy en día se viven no solo en Europa sino alrededor de todo el mundo. El texto debe re-inculcarse en el debate cultural para poder entender las relaciones de poder que manejan sentimientos populares que logran reproducir lógicas de subordinación, nacionalismo, sectarismo, entre otros.


Felipe Caro
 Estudiante de Historia
Universidad Nacional de Colombia 




[1] Vease http://en.wikipedia.org/wiki/Wales
[2] Preformaciones en el sentido de representación de sistema simbólico establecido a través de un discurso hegemónico. Verse: Butler, Judith, Excitable speech, a politics of the performative Routledge: New York, 1997.
 [3] Foucault, Michel. Las Palabras y las Cosas. Una arqueología de las ciencias humanas. México D.F.: Silgo XXI, 1989.
[4] Peter Burke entre otros historiadores lo ha resaltado- Véase Burke, Peter. “Review The Invention of Tradition” en The English Historical Review Vol. 101, No. 398 (Jan., 1986), pp. 316-317 de J-STOR