Pedro E. Conrado
Salas
Estudiante de
Historia. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
Germán Colmenares. Las convenciones contra la cultura. Ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX. Bogotá: Tercer Mundo editores S.A., 1989. 202 páginas.
Una de las obras
emblemáticas de Germán Colmenares, las convenciones contra la cultura es un
tratado sobre las características de la construcción histórica en la
historiografía en el siglo XIX surhispanoamericano, en relación a las
preocupaciones y lenguajes manejados del momento en los nuevos estados
pos-independentistas.
Perteneciente a la
así denominada corriente de la “Nueva Historia”, Germán Colmenares fue un
historiador con formación jurídica y filosófica que se consagró a los temas más
populares de las décadas de los setenta y ochenta en el ámbito académico, la
historia social y la económica. Como resultado de su trabajo en estos ramos
publicó obras, muy reconocidas aún hoy, como Partidos políticos y clases
sociales en Colombia (1968), Historia económica y social de Colombia, 1537-1719
(1973) y Cali: terratenientes, mineros y comerciantes, siglo XVIII (1975),
entre otras. Empero, sus atractivos investigativos no se limitaron a este tipo
de temáticas, sino que las trascendieron para llegar a abordar otras, más
reflexivas y críticas en torno al quehacer del historiador, como las directrices
y reglas de composición narrativa sobre las realidades históricas.Este tipo de
investigaciones lo llevarían finalmente a la vía de la historiografía, a cuyo
dominio pertenece el texto aquí reseñado.
Con este aparato
teórico a su disposición, y fundándose en las obras históricas de los
escritores decimonónicos arriba mencionados, como fuentes, Colmenares emprende
el desarrollo del que es el principal objetivo de Convenciones: comprender a la
tradición historiográfica, común a los países de Suramérica, que se fundó
después de la Independencia y que todavía ejerce un peso nada despreciable en
la visión que los sujetos del presente tienen sobre el pasado.
En primera medida,
nos ofrece en la introducción un cuadro general del problema de la tradición:
las críticas lanzadas desde la historiografía moderna, que le recrimina un
marcado sesgo político e ideológico y, consecuentemente, una dudosa práctica
disciplinaria; sus características, que son la elección de la Independencia
como tema central, la existencia de fuertes conflictos culturales en torno a
las versiones de la historia, y la disimulación de estos mismos con el recurso
de convenciones narrativas ajenas asimiladas; y por último, los tropiezos que
esta misma sufrió en el siglo XIX, a raíz de las querellas culturales, y que
desembocaron en una simplificación canonizada, en el siglo XX, de estas mismas
mediante la recolección de los rasgos más superficiales de las narraciones de
la centuria anterior, con lo que se compusieron cronologías vacías y despojadas
del tupido contenido deliberativo que tuvieron originalmente.
Luego de descrito
este panorama, Colmenares procede a exponernos los diversos aspectos en los que
las convenciones, que son los ejes de la obra, definieron e incidieron en la
fabricación de narraciones históricas en el siglo XIX. Estructuralmente
hablando, primeramente observa la presencia de estas en el calificativo de
oscurantista atribuido a la Colonia, responsable de todos los males de la
República, por parte de Lastarria, y del costumbrismo de Larra como ejemplo
para la ilustración de las costumbres retardatarias de las clases populares y
segregadas, herederas del oneroso pasado colonial, para disfrazar la crítica y
reprobación de estas con imágenes preciosistas e inocentemente descriptivas,
con el fin de operar (Lastarria) transformaciones culturales que borraran
irrevocablemente los elementos legados (y nefastos) del dominio español; todo
esto como demostración de la incapacidad de los escritores americanos de hacer
encajar su discurso dentro un sistema de significaciones extraído prístinamente
de su mismo lugar de origen y que se remonta a la misma naturaleza de las
crónicas de Indias.
En segundo lugar,
pasa a analizar el efecto de estas mismas convenciones en la estructuración
cronológica de las historias decimonónicas, mostrando cómo la elevación de la
Independencia como punto axial en función del cual debían llenarse los vacíos
existentes en el conocimiento de la Colonia no fue más que una adopción
artificial que obedecía al desconocimiento de la segunda y, por tanto, al
apremio de darle un sentido y continuidad que la uniera a la primera; de la idea
de que una proximidad generacional era la más adecuada y de que la copia fiel
de los hechos plasmados en las fuentes para pasarlos a un formato lineal y
desprovisto de interpretaciones era el ideal del quehacer histórico.
Luego, observa
asimismo la configuración de un tipo heroico, presente en figuras tales como el
San Martín y el Belgrano de Mitre, como un molde en el que se vacían contenidos
cuyas formas ya están predispuestas y que, por tanto, son innaturales. El hecho
de que estos aparezcan como personajes que realizan acuerdos exitosos con sus
entornos o combaten contra ellos (los cuales son los típicos atributos de los
protagonistas cómicos y trágicos según Northrop Frye), que logran manipular las
causas, arrebatándole la facultad a la naturaleza de orquestar el destino, y
que tengan todas las cualidades de la voluntad y decisión para acometer
empresas atrevidas, muestra que su existencia se debe a la prefiguración de la
convención.
Y por último,
revela de qué manera la concepción de un dramatismo esencial e imprescindible
para la articulación de una historia, no presente en la información disponible
sobre el Coloniaje (y lo cual le quitaba su atractivo) era una adaptación del
estilo literario histórico de Walter Scott y Washington Irving y que influyó en
la tendencia de buscar siempre reproducir los sentimientos y pasiones de los
héroes en momentos cruciales, sin limitarse a una mera enunciación de hechos
desprovistos de emotividad.
Basado en esto,
esta obra ofrece algunas problemáticas de relevancia. Primeramente, el papel
desempeñado en el presente del pasado. El hecho de que Lastarria quisiera
emplear dechados narrativos europeos para encaminar a la nueva sociedad chilena
por los caminos de la metamorfosis cultural en pro deshacerse de la nefasta
influencia de la colonia despertó su polémica con Andrés Bello, en la cual se
puso de relieve la inconveniencia de que la ideología incidiera en la visión
del pasado. En segundo lugar, el rol desempeñado por el presente en el pasado,
personificado por el objetivo destructor de las trazas coloniales por parte de
la nueva realidad republicana por medio de los repetidos ataques y las
reiterativas censuras al pueblo. En tercer lugar, la existencia de realidades
supeditadas a lenguajes. A propósito de esto, el mismo autor nos invita a lo
largo de su obra a prestar atención a la realidad construida lingüísticamente
de los historiadores del siglo XIX, diferente aunque paralelamente no disímil
de lo que sucede hoy, que impidió ver fenómenos no autorizados por los cánones.
En cuarto lugar, la construcción de una temporalidad a partir de la selección
de tiempos eje, a los cuales subyacen ideas de épocas distintas, en función de
los intereses políticos. Y por último, el problema de las fuentes como
mediadores entre el historiador y el pasado, sobre las cuales reside todo el
edificio histórico, pero de las cuales pueden extraerse hechos que están
siempre a la merced de las intenciones del oficiante, aunque él mismo pretenda
solo registrar hechos.
Quedan, entonces,
unas preguntas sueltas con las que puede interpelarse al libro de Germán
Colmenares, relacionadas con estos problemas. La primera sería, si hay un
substrato tradicional subyacente a las historias surhispanoamericanas en el
siglo XIX, ¿cómo opiniones diferentes sobre héroes y hechos condicionó la
constitución de comunidades imaginadas, idealizadas unas como diferentes de
otras? Y la segunda podría ser, si el grueso de los componentes del Pueblo fue
censurado como receptor de los atributos heredados de la Colonia, excluyéndose
íntegramente de las filas de aquellos que velaron por la democracia y la
república, ¿No conformaron ellos también versiones auténticas de la historia,
transmitidas en formatos distintos pero igualmente eficientes? Y ¿Cómo, pues,
interactuó la colectividad con las interpretaciones de las autoridades?