Propósito

¡Estudiante de Ciencias Humanas! Tú que reflexionas en privado sobre los problemas maravillosos que encontraste planteados en algún libro, conferencia o cualquier texto comunicativo; tú, que desearías continuar con alguien la discusión no terminada en la que participaste en tu salón de clase; tú, que sientes atracción (¡casi obsesiva!) por problemas concernientes a la sociedad en la que vives y cómo funciona, sea para comprenderla o para encontrar alternativas viables de introducir en ella un cambio relevante y positivo... sí, tú, ¡ven y entra en nuestros debates!

Si estás vinculado a alguna ciencia social o humana, te invitamos a que nos envíes por este blog sus trabajos de grado, reseñas y ensayos que sobre cualquier libro o tema (respectivamente) hayas hecho para incentivar enriquecedoras deliberaciones que contribuyan a incrementar el intercambio de ideas entre científicos sociales en formación.

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martes, 28 de mayo de 2013


Pedro E. Conrado Salas

Estudiante de Historia. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.

Germán Colmenares. Las convenciones contra la cultura. Ensayos sobre la historiografía hispanoamericana del siglo XIX. Bogotá: Tercer Mundo editores S.A., 1989. 202 páginas.

 
Una de las obras emblemáticas de Germán Colmenares, las convenciones contra la cultura es un tratado sobre las características de la construcción histórica en la historiografía en el siglo XIX surhispanoamericano, en relación a las preocupaciones y lenguajes manejados del momento en los nuevos estados pos-independentistas.

Perteneciente a la así denominada corriente de la “Nueva Historia”, Germán Colmenares fue un historiador con formación jurídica y filosófica que se consagró a los temas más populares de las décadas de los setenta y ochenta en el ámbito académico, la historia social y la económica. Como resultado de su trabajo en estos ramos publicó obras, muy reconocidas aún hoy, como Partidos políticos y clases sociales en Colombia (1968), Historia económica y social de Colombia, 1537-1719 (1973) y Cali: terratenientes, mineros y comerciantes, siglo XVIII (1975), entre otras. Empero, sus atractivos investigativos no se limitaron a este tipo de temáticas, sino que las trascendieron para llegar a abordar otras, más reflexivas y críticas en torno al quehacer del historiador, como las directrices y reglas de composición narrativa sobre las realidades históricas.Este tipo de investigaciones lo llevarían finalmente a la vía de la historiografía, a cuyo dominio pertenece el texto aquí reseñado.

 El libro se compone básicamente de cinco partes, de las cuales la primera es la introducción y las siguientes los capítulos en los que organiza sus ideas. Su metodología consiste esencialmente en tomar un cierto número de historiadores del siglo XIX surhispanoamericano (Baralt, J. M. Restrepo, Amunátegui, Mitre, Barros Arana, G. R. Moreno, entre otros) y llevar a cabo comparaciones entre ellos, enmarcadas en criterios de observación que conduzcan a una comprensión final de las prácticas, reunidas y conjuntas, de la figuración y articulación de las narraciones históricas de estos mismos. Asimismo, con el fin de entender cabalmente los principios de estructuración de las historias decimonónicas, y teniendo en cuenta las convenciones ajenas importadas, de tipo literario, heredadas y transmitidas por las vías de la admiración y de la imitación, especialmente romántico y costumbrista, Colmenares emplea un cierto número de textos teóricos que le sirven para poner en su debido lugar los atributos preexistentes de los componentes de dichas tramas. Entre ellos está Northrop Frye, Roland Barthes y Hayden White, cuyos trabajos sobre los aspectos muy marcados y determinantes de la literatura en el relato histórico representan un gran aporte en lo que respecta a la división entre una realidad objetiva y una lingüística (en la que esta última prima), y en el reconocimiento de la existencia de tropos poéticos en la urdimbre de los argumentos de las obras de esta especie.

Con este aparato teórico a su disposición, y fundándose en las obras históricas de los escritores decimonónicos arriba mencionados, como fuentes, Colmenares emprende el desarrollo del que es el principal objetivo de Convenciones: comprender a la tradición historiográfica, común a los países de Suramérica, que se fundó después de la Independencia y que todavía ejerce un peso nada despreciable en la visión que los sujetos del presente tienen sobre el pasado.

 
En primera medida, nos ofrece en la introducción un cuadro general del problema de la tradición: las críticas lanzadas desde la historiografía moderna, que le recrimina un marcado sesgo político e ideológico y, consecuentemente, una dudosa práctica disciplinaria; sus características, que son la elección de la Independencia como tema central, la existencia de fuertes conflictos culturales en torno a las versiones de la historia, y la disimulación de estos mismos con el recurso de convenciones narrativas ajenas asimiladas; y por último, los tropiezos que esta misma sufrió en el siglo XIX, a raíz de las querellas culturales, y que desembocaron en una simplificación canonizada, en el siglo XX, de estas mismas mediante la recolección de los rasgos más superficiales de las narraciones de la centuria anterior, con lo que se compusieron cronologías vacías y despojadas del tupido contenido deliberativo que tuvieron originalmente.

 
Luego de descrito este panorama, Colmenares procede a exponernos los diversos aspectos en los que las convenciones, que son los ejes de la obra, definieron e incidieron en la fabricación de narraciones históricas en el siglo XIX. Estructuralmente hablando, primeramente observa la presencia de estas en el calificativo de oscurantista atribuido a la Colonia, responsable de todos los males de la República, por parte de Lastarria, y del costumbrismo de Larra como ejemplo para la ilustración de las costumbres retardatarias de las clases populares y segregadas, herederas del oneroso pasado colonial, para disfrazar la crítica y reprobación de estas con imágenes preciosistas e inocentemente descriptivas, con el fin de operar (Lastarria) transformaciones culturales que borraran irrevocablemente los elementos legados (y nefastos) del dominio español; todo esto como demostración de la incapacidad de los escritores americanos de hacer encajar su discurso dentro un sistema de significaciones extraído prístinamente de su mismo lugar de origen y que se remonta a la misma naturaleza de las crónicas de Indias.

 
En segundo lugar, pasa a analizar el efecto de estas mismas convenciones en la estructuración cronológica de las historias decimonónicas, mostrando cómo la elevación de la Independencia como punto axial en función del cual debían llenarse los vacíos existentes en el conocimiento de la Colonia no fue más que una adopción artificial que obedecía al desconocimiento de la segunda y, por tanto, al apremio de darle un sentido y continuidad que la uniera a la primera; de la idea de que una proximidad generacional era la más adecuada y de que la copia fiel de los hechos plasmados en las fuentes para pasarlos a un formato lineal y desprovisto de interpretaciones era el ideal del quehacer histórico.

 
Luego, observa asimismo la configuración de un tipo heroico, presente en figuras tales como el San Martín y el Belgrano de Mitre, como un molde en el que se vacían contenidos cuyas formas ya están predispuestas y que, por tanto, son innaturales. El hecho de que estos aparezcan como personajes que realizan acuerdos exitosos con sus entornos o combaten contra ellos (los cuales son los típicos atributos de los protagonistas cómicos y trágicos según Northrop Frye), que logran manipular las causas, arrebatándole la facultad a la naturaleza de orquestar el destino, y que tengan todas las cualidades de la voluntad y decisión para acometer empresas atrevidas, muestra que su existencia se debe a la prefiguración de la convención.

 
Y por último, revela de qué manera la concepción de un dramatismo esencial e imprescindible para la articulación de una historia, no presente en la información disponible sobre el Coloniaje (y lo cual le quitaba su atractivo) era una adaptación del estilo literario histórico de Walter Scott y Washington Irving y que influyó en la tendencia de buscar siempre reproducir los sentimientos y pasiones de los héroes en momentos cruciales, sin limitarse a una mera enunciación de hechos desprovistos de emotividad.

 
Basado en esto, esta obra ofrece algunas problemáticas de relevancia. Primeramente, el papel desempeñado en el presente del pasado. El hecho de que Lastarria quisiera emplear dechados narrativos europeos para encaminar a la nueva sociedad chilena por los caminos de la metamorfosis cultural en pro deshacerse de la nefasta influencia de la colonia despertó su polémica con Andrés Bello, en la cual se puso de relieve la inconveniencia de que la ideología incidiera en la visión del pasado. En segundo lugar, el rol desempeñado por el presente en el pasado, personificado por el objetivo destructor de las trazas coloniales por parte de la nueva realidad republicana por medio de los repetidos ataques y las reiterativas censuras al pueblo. En tercer lugar, la existencia de realidades supeditadas a lenguajes. A propósito de esto, el mismo autor nos invita a lo largo de su obra a prestar atención a la realidad construida lingüísticamente de los historiadores del siglo XIX, diferente aunque paralelamente no disímil de lo que sucede hoy, que impidió ver fenómenos no autorizados por los cánones. En cuarto lugar, la construcción de una temporalidad a partir de la selección de tiempos eje, a los cuales subyacen ideas de épocas distintas, en función de los intereses políticos. Y por último, el problema de las fuentes como mediadores entre el historiador y el pasado, sobre las cuales reside todo el edificio histórico, pero de las cuales pueden extraerse hechos que están siempre a la merced de las intenciones del oficiante, aunque él mismo pretenda solo registrar hechos.

 
Quedan, entonces, unas preguntas sueltas con las que puede interpelarse al libro de Germán Colmenares, relacionadas con estos problemas. La primera sería, si hay un substrato tradicional subyacente a las historias surhispanoamericanas en el siglo XIX, ¿cómo opiniones diferentes sobre héroes y hechos condicionó la constitución de comunidades imaginadas, idealizadas unas como diferentes de otras? Y la segunda podría ser, si el grueso de los componentes del Pueblo fue censurado como receptor de los atributos heredados de la Colonia, excluyéndose íntegramente de las filas de aquellos que velaron por la democracia y la república, ¿No conformaron ellos también versiones auténticas de la historia, transmitidas en formatos distintos pero igualmente eficientes? Y ¿Cómo, pues, interactuó la colectividad con las interpretaciones de las autoridades?

 

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